jueves, 4 de noviembre de 2010

Antideportividad y sanciones en los Juegos Olímpicos

He trobat molt interessant aquest articles sobre el joc brut i les sancions als Jocs Olímpics del món antic, llegit a La túnica de Neso. L'adjunto a continuació.

Como es lógico, los juegos en Olimpia no estuvieron exentos de prácticas antideportivas y de intentos de adulterar la competición, lo que les hace en este aspecto no muy diferentes a lo que podemos ver hoy día en los Juegos modernos. Toda competición deportiva implica de entrada la aceptación de una reglas de juego por parte de los competidores, reglas que no todos aceptan y cuya infracción es lógicamente castigada según su importancia y trascendencia.
En Olimpia, la organización y desarrollo de los Juegos se regía por las Leyes Olímpicas. Estas normas estaban grabadas en tablas de bronce y depositadas en el Buleuterión, sede permanente del Senado Olímpico, que era el máximo organismo de apelación y encargado a la vez de velar por su correcta aplicación.
Como normas de aplicación particular de estas Leyes Olímpicas estaban los Reglamentos Olímpicos, de cuya revisión y adaptación se encargaban los hellanódikas o ”jueces griegos”. Los hellanódikas fueron una pieza clave en la organización de los Juegos y representó una institución que siempre dio muestras de imparcialidad en decisiones y acuerdos.
La violación de los preceptos olímpicos daba lugar a sanciones, pudiendo ser éstas políticas, económicas, deportivas e incluso físicas.
Las sanciones políticas fueron raras, dado que la sanción solía implicar a una comunidad entera. Los motivos que dieron lugar a este tipo de sanciones solieron tener un motivo bélico o militar, y más concretamente la ruptura de la Tregua Sagrada. Nos referíamos ya en otro lugar a la exclusión de que fueron objeto los espartanos de los Juegos de la 90 Olimpiada (420 a.C.) acusados de haber atacado Physcos después de proclamada la Tregua Olímpica. La sanción incluía la prohibición a los lacedemonios de realizar sacrificios en Olimpia, condena que aquéllos consideraron injusta y se aprestaron a no acatar. Tras un ir y venir de emisarios y cuando en Olimpia se temía una irrupción por la fuerza de los lacedemonios en el Santuario, finalmente la cosa no fue a mayores, lo que da prueba del respeto que entonces merecía esta norma.
Las sanciones económicas fueron sin duda las más habituales. Con el importe de las multas impuestas se hacían los zanes, estatuas de Zeus fundidas en bronce en cuyo pie solía grabarse el nombre del atleta sancionado, su país de procedencia y algún verso en defensa del honor y el juego limpio en la competición. Como se mencionaba en el artículo de la BBC, el primer caso conocido de corrupción deportiva fue el de Eupolos de Tesalia, quien en la 98 Olimpiada (388 a. C.) sobornó con dinero a sus rivales para obtener sin dificultad la corona olímpica en la competición de pugilato (Pausanias V, 21, 3). Eupolos fue descubierto y castigado con una fuerte multa, invertida en la fundición de seis zanes.
La sanción deportiva más habitual fue la descalificación, que solía ir acompañada en muchas ocasiones de una sanción económica. Los motivos más frecuentes de esta sanción fueron dar muerte al adversario en las modalidades de pugilato o pancracio, pero también actuar de manera innoble o con excesiva brutalidad en la competición o, en todo caso, infringir las normas reglamentarias de cada especialidad. Relata Pausanias (VI, 9, 6) cómo en la 72 Olimpiada (492 a. C.), en la final de pugilato, Kleómedes de Astipalea fue privado de la victoria por haber dado muerte a su rival Ikkos de Epidauro, señalando además, no sin cierto dramatismo, que Kleómedes, no pudiendo soportarlo, enloqueció de pena.
El castigo corporal tuvo sin duda en el deporte antiguo una dimensión deportiva y pedagógica, como prueban multitud de testimonios en cerámicas. El castigo a base de azotes estaba a la orden del día en las competiciones olímpicas. El atleta que se escapaba en el momento de la salida en la carrera de velocidad era convenientemente azotado por el mastigáforo, que, provisto de un latigo, acompañaba al juez de la prueba. Tampoco se escapaban de este tipo de sanciones en las modalidades de lucha, pugilato o pancracio.
Por suerte no todos los competidores utilizaban el juego sucio en Olimpia y sin duda prevaleció el fair play  y la deportividad a lo largo de la historia de los Juegos. Poetas e historiadores se encargaron de hacernos llegar a través de sus escritos las grandes gestas deportivas de algunos de los más brillantes competidores que hubo en Olimpia, cuyo agonismo contribuyó a forjar su leyenda. Pero si hay una fecha negra para los Juegos, en la que se produjo el mayor nivel de corrupción jamás conocido en ellos, esa fue sin duda la del año 67 d. C.
Desde que en el año 146 a. C. Grecia pasara a convertirse en provincia romana, Olimpia comienza a suponer para Roma un lugar atractivo donde dejar patente su hegemonía política sobre el país vencido, de modo que empiezan a acudir a ella para participar en sus Juegos altos dignatarios romanos en busca de la gloria que aportaba la victoria en Olimpia. En el año 4 (194 Olimpiada) Tiberio obtiene la victoria en la competición de cuadrigas, e igualmente Germánico obtiene la victoria en la misma prueba en la Olimpiada 199. Pero la mayor vejación para los Juegos tendrá lugar en el año 67 cuando Nerón se decide a participar en los mismos.  
De entrada, Nerón hace aplazar dos años la fecha de celebración de la 211 Olimpiada para que coincida con su estancia en Olimpia y poder participar en los Juegos. A continuación obliga a los hellanódikas a incluir en el programa modalidades agonísticas hasta ese momento desconocidas e implanta novedades en las ya existentes y en todas ellas, cuadriga, cuadriga de potros, tiro de potros de a diez, heraldos, tragedia y cítara, se hace proclamar campeón, y ello sin  posibilidad de alegación, aun cuando se da el caso como cuenta Suetonio (Nerón, 23 y siguientes)  de que fue declarado vencedor en una competición de carros a pesar de haber caido del mismo y no haber terminado la carrera. Como resultado de su victorioso paso por Olimpia, Nerón hace acopio de 1808 coronas, por supuesto récord nunca igualado en la historia de los Juegos. Es evidente que Nerón no se guiaba por la máxima de que “lo importante no es ganar, sino participar”.

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